La incertidumbre en el empleo dispara el número de aspirantes a trabajar en el sector público, pero no siempre las oposiciones fueron iguales.
En las décadas de los 60 y 70, en una situación política en España muy distinta a la de ahora, hago esta observación para que comprendáis un poco mejor la diferencia con la actualidad, las oposiciones eran muy distintas.
Para los que se presentaban en aquella época para una plaza de personal administrativo en Ministerios Civiles o Militares no existía temario para opositar ya que no había suficiente material para ello (evidentemente ni existía Constitución ni Comunidades Autónomas ni Estatutos, etc.) y las pruebas consistían en un examen de “Cultura General” en el que se metía todo: ortografía, matemáticas, geografía, literatura, etc. y otras dos pruebas que eran un texto dictado para tomarlo a taquigrafía (10 minutos dictados a una velocidad que oscilaba entre 80 y 100 palabras por minuto) y que después había de transcribir en máquina de escribir en un tiempo máximo de 30 minutos y el tercer ejercicio era una prueba de velocidad en máquina de escribir mecánica (mínimo 250 pulsaciones y te quitaban 3 pulsaciones por cada error y no se podían superar los 20 errores) y la cual tenías que llevar tu.
La transparencia de las pruebas era una quimera y quedaba muy bonito el realizarlas aunque de todos era bien sabido que como hubiera tantos “enchufados” como plazas, las opciones de los demás se reducían a cero.
Se veía cada cosa que ahora por mil motivos menos se impugnaría toda una oposición.
En aquella época los Ministerios que eran, se puede decir, los únicos organismos oficiales que existían cuyo acceso se hacía “supuestamente” por oposición (o a dedo, pues había de todo) estaba lleno de personas cuyo único mérito era sus amigos y su ideología política. La mayoría de los ordenanzas, que era la categoría superior de personal subalterno, eran jubilados del ejército.
Os comentaré que no aprobé ninguna de las oposiciones a las que me presenté en aquellos tiempos. Sin querer entran en detalles sobre las causas, os diré que no era de las personas que dispusieran de las influencias necesarias como para tener los “suficientes conocimientos” para aprobar.
Con este relato lo que os quiero trasmitir es que a pesar de las dificultades que existen en la actualidad a la hora de presentarse a unas oposiciones, la realidad es que los que se presentan lo hacen en igualdad sin que, como antaño, existan factores externos que condicionen el aprobar una oposición (aunque me imagino que todavía exitirá algo de "enchufismo").
Para los que se presentaban en aquella época para una plaza de personal administrativo en Ministerios Civiles o Militares no existía temario para opositar ya que no había suficiente material para ello (evidentemente ni existía Constitución ni Comunidades Autónomas ni Estatutos, etc.) y las pruebas consistían en un examen de “Cultura General” en el que se metía todo: ortografía, matemáticas, geografía, literatura, etc. y otras dos pruebas que eran un texto dictado para tomarlo a taquigrafía (10 minutos dictados a una velocidad que oscilaba entre 80 y 100 palabras por minuto) y que después había de transcribir en máquina de escribir en un tiempo máximo de 30 minutos y el tercer ejercicio era una prueba de velocidad en máquina de escribir mecánica (mínimo 250 pulsaciones y te quitaban 3 pulsaciones por cada error y no se podían superar los 20 errores) y la cual tenías que llevar tu.
La transparencia de las pruebas era una quimera y quedaba muy bonito el realizarlas aunque de todos era bien sabido que como hubiera tantos “enchufados” como plazas, las opciones de los demás se reducían a cero.
Se veía cada cosa que ahora por mil motivos menos se impugnaría toda una oposición.
En aquella época los Ministerios que eran, se puede decir, los únicos organismos oficiales que existían cuyo acceso se hacía “supuestamente” por oposición (o a dedo, pues había de todo) estaba lleno de personas cuyo único mérito era sus amigos y su ideología política. La mayoría de los ordenanzas, que era la categoría superior de personal subalterno, eran jubilados del ejército.
Os comentaré que no aprobé ninguna de las oposiciones a las que me presenté en aquellos tiempos. Sin querer entran en detalles sobre las causas, os diré que no era de las personas que dispusieran de las influencias necesarias como para tener los “suficientes conocimientos” para aprobar.
Con este relato lo que os quiero trasmitir es que a pesar de las dificultades que existen en la actualidad a la hora de presentarse a unas oposiciones, la realidad es que los que se presentan lo hacen en igualdad sin que, como antaño, existan factores externos que condicionen el aprobar una oposición (aunque me imagino que todavía exitirá algo de "enchufismo").