Gracias a la Casa de Fieras, sabemos los madrileños de generaciones adultas cómo es el auténtico olor a tigre.
Menos mal que en 1972 se mudó al zoológico de la Casa de Campo, donde los animalitos están mucho más a su aire.
La primera que tuvo bichos en el Retiro fue la condesa de Olivares, dama que instauró el denostado “gallinero”, una pajarera que los madrileños se tomaban a pitorreo, como casi todo.
Mucho más adelante, Fernando VII hizo traer las jaulas y alojaron a los osos en la montaña artificial.
Andaba entonces por el Retiro el elefante Pizarro, que era una elefanta, y se comió el pan de un tahona de la calle de Alcalá una vez que se escapó.
Los bonitos bancos andaluces de mampostería y azulejos los puso en 1920 D. Cecilio Rodríguez.
Fuente: Recuerdos de Madrid en Postales – Diario-16