Casi al final del servicio dominical el sacerdote preguntó:
- ¿Cuántos de ustedes han perdonado a sus enemigos?
Todos levantaron la mano excepto la una viejecita del fondo.
- Señora Rosita ... ¿No está dispuesta a perdonar a sus enemigos?
- Yo no tengo enemigos, respondió dulcemente
- Sra. Rosita, eso es muy raro, ¿cuantos años tiene usted?
- Noventa y cinco, respondió.
La congregación se levanto y le aplaudió.
- ¡Oh Sra. Rosita! ¿Puede pasar al frente y decirnos como se llega a los 95 años sin tener enemigos?
La dulce señora pasó al frente, se dirigió a la congregación y dijo:
- Porque ya todos se murieron.
- ¿Cuántos de ustedes han perdonado a sus enemigos?
Todos levantaron la mano excepto la una viejecita del fondo.
- Señora Rosita ... ¿No está dispuesta a perdonar a sus enemigos?
- Yo no tengo enemigos, respondió dulcemente
- Sra. Rosita, eso es muy raro, ¿cuantos años tiene usted?
- Noventa y cinco, respondió.
La congregación se levanto y le aplaudió.
- ¡Oh Sra. Rosita! ¿Puede pasar al frente y decirnos como se llega a los 95 años sin tener enemigos?
La dulce señora pasó al frente, se dirigió a la congregación y dijo:
- Porque ya todos se murieron.
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