La antigua calle de Atocha, camino al Santuario del mismo nombre, fue ensanchada en el XVII, y es, desde entonces, una de las calles importantes de Madrid. Pertenecían sus casas, consecutivamente, a las parroquias de Santa Cruz, San Sebastián, El Salvador y San Nicolás. En este último tramo había –según cuenta el ilustrado doctor D. Javier M. Tomé Bona- casuchas de un piso, “un asilo, un inframundo de indigentes y maleantes”.
Las casas fueron derribadas, y quedó un solar con fotógrafo ambulante y libros de lance. El hotel Nacional, donde hacía veladas literarias, fue el “Terminus” soñado por Répide.
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