Para
confeccionar un abrigo de chinchilla se necesita la piel de unos doscientos
cincuenta animales, doscientos para uno de armiño, sesenta para los de
visón o marta, treinta para los de castor y unos veinte para los de zorro.
Se
trata de una moda que cuesta la vida a unos sesenta millones de animales cada año.
Argumentan
los fabricantes que son animales criados en granja: una excusa poco convincente
si se piensa que la mayoría son especies salvajes que no pueden domesticarse y
sufren mucho en cautividad. Además con la intención de crear ejemplares de
determinados tamaños, colores o calidad de piel, estas especies se someten a
manipulaciones genéticas.
Una
alternativa son las pieles sintéticas, a favor de las cuales se argumenta que
son tan bonitas y abrigan igual que las naturales, e incluso pesan menos y son más
baratas. Ahora bien, es cierto que son un mal menor, pero no una opción ecológica,
pues se fabrican con derivados del petróleo, su proceso de elaboración es
contaminante y el producto final no es biodegradable.
Fuente: El hogar ecológico - Ed. Plaza
& Janes
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