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Esperanzado de encontrar agua se dirigió hacia allí: era un viejo catalán, sentado bajo una sombrilla con un tenderete de corbatas.
- Estoy desfalleciendo de sed. ¿Podría darme agua? -imploró el Árabe.
- La verdad es que no tengo agua, pero... ¿por qué no me compra una corbata? Mire, esta va perfecta con su chilaba...
- No quiero una corbata. Quiero agua.
- Bueno, no me compre la corbata si no quiere. Pero, para que vea que soy una buena persona, le diré que pasando esas dunas, a unos 3 o 4 kilómetros, hay un buen restaurante, ellos tienen toda el agua que quiera...
El árabe le dio las gracias y desapareció rápidamente tras las dunas.
Cuatro horas más tarde, el árabe regresó donde estaba el viejo catalán que seguía tranquilamente bajo su sombrilla, leyendo La Vanguardia y con una sonrisa en la boca.
El viejo le pregunta:
- ¿No encontró el restaurante? ¿Se perdió?
- Lo encontré perfectamente, pero tu hermano no me deja entrar al restaurante sin corbata.
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