En 
la orilla de un riachuelo, un pescador espera con la caña lanzada que pique un 
pez.
Llega 
un individuo, se sienta cerca de él y lo observa. Pasan cerca de tres horas y 
el sujeto está todavía allí mirando al pescador.
 
Este 
finalmente le pregunta cortésmente:
 
- 
¿Le gusta pescar?
- 
Oh, no, yo no podría, no tengo paciencia.
 
 


No hay comentarios:
Publicar un comentario